Por Jorge Ernesto Ibáñez Vergara
Poeta, Promotor y Crítico de Arte
Mayo de 2007 - Madrid, España
Razonar la obra de un pintor es difícil,
interpretarla lo es aún más; abordar en crítica la obra del maestro D. Orlando
Arias Morales no es tarea fácil, por lo que dejaré que la imaginación de quien
la contempla vuele como una mariposa que va tejiendo sueños en una flor,
mientras tanto, yo intentaré adentrarme en el universo del pintor para que mi
sentido común y la admiración que le tengo a este boliviano universal,
descifren en mi pluma la esencia del arte que en esta ocasión nos presenta
Empezaré por decir que es una muestra valiente y
arriesgada, con la certidumbre de que a su indomable vanguardia artística la
protegen unas bases seguras y sólidas, bases consolidadas en una maestría
aquilatada a través del tiempo y su andadura llevando su arte por el mundo.
En estos tiempos que corren, en que todo
se robotiza, en que la máquina sustituye al hombre, haciendo que sea
prescindible en un mundo de humanos con el pretexto de que es más rápida, más
precisa y más fuerte, el hombre se robotiza, trata de imitar a la máquina y
actúa como un robot, deshumanizando su comportamiento, dando origen al hombre
robot, al hombre máquina y como tal a una sociedad robotizada.
Arias Morales con su robótica nos deja
una buena muestra de que el arte sigue vivo, que aunque parezca que en la
plástica todo está dicho, todo está hecho, él nos sorprende en esta serie “De
Robótica” con obras destinadas a trascender el tiempo, en las que nos recrea
robots humanizados conspirando contra lo humano, que bien podrían ser humanos
investidos de robots conspirando para dominarlo todo.
En la recreación de
estos robots, deja traslucir en la imaginación, un mundo nuestro, un mundo
humano, donde las formas mutando en máquinas llevan a la línea a buscar el
personaje en el imaginario del artista, para conseguir su propia iconografía
que por su geometría sigue de lejos los linderos del cubismo picasiano,
para expresar un sentir, una idea, la suya, dejando que su impronta vista los
planos con una pincelada segura, equilibrada y eficaz, donde tienen cabida
todas las gamas de colores, para que la composición tome vida en el universo
del pintor, “La Robótica”.
La atmósfera en este conjunto de obras
tienen como sello de identidad una hermosa explosión de color, diría más bien,
una sinfonía de colores, donde el pintor no escatima nada a su imaginación a la
hora de crear, subiéndose en el vuelo de su pincel, para dejar que éste busque
el duende de la creación, para que los pigmentos encuentren su sitio en el
lienzo, para que la belleza vaya de parto en su encuentro con el color; sin
duda su arte, arte puro.
El maestro Orlando Arias, abanderando su
robótica, nos hace una propuesta nueva, innovadora; obra en su conjunto
sencillamente genial, en la que nos introduce en un universo imaginario, donde
los robots son los protagonistas, donde pareciera advertirnos que estamos
dejando que la máquina gobierne nuestras vidas, o bien, que los humanos nos
estamos robotizando tanto, que vamos como máquinas.
Excelente trabajo realizado, que además de estar
técnicamente muy logrado y llevar al color a su máxima expresión, permite al
observador adentrarse en la obra y hacer una reflexión de lo robotizados que
vamos por la vida.
Para terminar, hacer referencia, que no se
equivocó el poeta colombiano Federico Villegas Barrientos, cuando dijo en
el año 1995, refiriéndose a Orlando Arias: “Antepongo este sermón de esencia de
sándalo, para expresar y esperar de quien ha sido como describo el pintor que
demostrará en un futuro no lejano una obra que por madura y brillante caerá del
árbol de su vida para gloria de su patria, como Colombia tiene la gloria de un
Fernando Botero y Ecuador un Guayasamín, Bolivia tendrá un Arias. Amén”.
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