Comentario del Crítico de Arte: Gustavo Tatis Guerra
Publicado en el Periódico “El Universal” Mayo 16 de
1996
Cartagena, Colombia
Los colores auguran las formas, los volúmenes y los
gestos en la pintura del boliviano Orlando Arias.
En su
génesis de unas imágenes y en su génesis de una idea, resuelve con matices
picasianos el conjunto de su obra. Una geometría de luz y volumen, una lúdica
de color donde los objetos se humanizan y los humanos se codifican. El
resultado es perfeccionista y equilibrado.
Todo el
universo es en esencia, color. Puro color. El nacimiento y la muerte. Por
supuesto el amor. El acto creador es alquímico. La literatura matiza silencios
y atmósferas que a la postre, son formas de luz. La música es color en sonidos,
alfabeto cifrado de un Dios olvidadizo.
Autodidacta
y estudioso del paisaje de su país. Arias vivió en Cochabamba y desde muy niño
inició la travesía de la luz, gestando trazos de hojas en donde reflejaba su
entorno -ternura simple- anota Federico Villegas. El olvido de las calles, el
temblor de los árboles, la mudez de las estrellas.
Hay en su
obra una valoración de lo telúrico, el perfume perdido de la aldea, En su
acuarela Aromas olvidados, está la textura de las hojas del trópico, amarillas
y verdosas, sobre las hojas desprendidas del cuaderno, como la prueba de un
paraíso evocado.
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