domingo, 11 de marzo de 2012

Compositor de atmósferas






Comentario escrito por: MARÍA VICTORIA RESTREPO
Medellín Colombia 2007


         Orlando Arias Morales, pintor boliviano, radicado en nuestro país desde hace ya varios años, es un artista que sorprende: la temática que desarrolla en su obra y la técnica con la cual la ejecuta, así nos lo indican.


¿Porqué la temática? Recorriendo su trabajo, elaborado a lo largo de veinte años, observamos diversos temas en cada una de las épocas, aunque en él esos períodos no estén rígidamente cerrados, sino más bien íntimamente relacionados; sin embargo, mirada su obra en retrospectiva, es posible seguirle un hilo que une unos trabajos con otros. En cada obra se detallan un cuidado, un esmero en el manejo, que pareciera que allí se fuera a quedar trabajando. Y, a continuación, nos encontramos con una obra diferente que algo ha ganado con relación a la anterior, pero sin desmerecer ésta.   






         Una época, para empezar hablando de aquella en que la obra está caracterizada por un realismo pegado a la figura humana, como cuando nos pinta unos desnudos esplendorosos y coloridos en los que la pureza de los contornos de la figura, la naturalidad de la expresión, la limpieza del color y la textura de la piel, nos indican que aquí en esta fase de su desarrollo va ha detenerse y que ésta será definitivamente su expresión más acabada.






Pero no. Seguimos y más adelante encontramos rostros indígenas, llevados al lienzo con unas expresiones dulces, delicadas, plenamente humanas y sin embargo despegadas del realismo anteriormente ejecutado. La expresión de esa caras da a la pintura un aire de una poética delicadeza conmoviendo la sensibilidad del observador.

 
         Y en estas tres expresiones ha recorrido el ejercicio del óleo, magnífico, limpio, ha pasado por el acrílico, superpuesto e irregular y que le permite dar un realce expresivo en los rostros; o la acuarela echada sin temor, respetando y utilizando la transparencia que da la aguada, pero sin intimidarse por el colorido fuerte, ejercicio escaso entre nuestros acuarelistas.






         Esta mirada es la que nos acerca a la sorpresa de la cual hablamos al principio: temáticas diversas; atmósferas sin comparación unas con otras, pero además una utilización de los materiales y de las técnicas en forma muy propia y hablo de forma propia no sólo entendida como distintiva de su toque personal, sino en el sentido de quien asume el oficio con el pleno dominio y con la convicción de que las técnicas y sus medios le pertenecen por completo.

         Hemos hablado así de un buen dibujante, pero también de un compositor de atmósferas, de un experto colorista, la imagen de la obra de este hombre silenciosamente expresivo es la de un trabajador infatigable en una búsqueda que le ha copado todo el tiempo y ha dispuesto no sólo de su habilidad, sino de su pensamiento, de su creatividad y de su imaginación.
         Y es cuando de pronto, subvierte por completo no sólo las formas, sino las técnicas clásicas empleadas hasta entonces y así se entiende el camino recorrido desde sus inicios por este explorador y se hace claridad sobre la meta perseguida: la expresión, "su expresión". Nos sorprende con ese paso osado, audaz en su trabajo; con figuras expresionistas abordadas con la composición superpuesta, busca dejar a un lado la perspectiva tradicional, no trabajar con la profundidad de campo lograda con luces y sombras y menos quiere ver con el punto de fuga. Nos asombra con estos "seres afeados", pinturas donde el color juega a plenitud un papel netamente visual; colorido y transparencia del óleo, en figuras que se han presentado o unido definitiva o incidentalmente en extrañas poses y movimientos. Gamas muy amplias en el color, desde los blancos, pasando por la opacidad del gris, hasta los oscuros profundos; combinaciones atípicas de colores, mostaza con morado y trazos escuetos.






         Y en estas obras va ya insinuando su obra actual; en la pintura denominada "El niño y la rosa" en su extremo inferior derecho, tímidamente se incrusta la composición geométrica de un cuerpo, de trazo similar a su obra actual.






         El trabajo sobre la figura humana, su distorsión, lo ha desarrollado con amplitud. Observando la obra "Conflictos eternos", donde el colorido ha logrado una excelente degradación y transparencia, implantando la luz con el pleno conocimiento del papel que le asigna este aventurero de las figuras, vemos cómo toda su temática y su técnica van derivando paso a paso, primero hacia la abstracción y más recientemente hacia la geometrización.





         Y antes –o será después- incursiona en pinturas que nos recrean texturas de la naturaleza, sin más intención que rescatar el valor visual de estos elementos: hojas secas, tallos gamas naturales. Y para ahondar en contrastes, asocia estos elementos a ciertas expresiones del artificio, como lo son por ejemplo las hojas de papel, blancas o recubiertas de algún dibujo. Las gamas de cada color son logradas en composiciones muy equilibradas y de una gran fuerza cromática. Las acuarelas llamadas "Tiwanaku" y "Aromas olvidados" son esplendorosas composiciones de este tipo.






         Pero, retomemos en el desarrollo de sus obras que es el producto de la exploración que ha llevado a cabo Arias y además son el antecedente necesario de la obra actual: las formas desdibujadas, desvertebrada y desarticulada la composición grupal hasta entonces utilizada. Surgen varios enfoques sobre un mismo plano, dando como resultado unos rostros bifrontes. El manejo disparejo del óleo, a veces como si una pátina metálica los recubriera; pequeños grumos despigmentados en el centro, dan una textura diferente y representan una novedosa experimentación sobre el color.





         Esas figuras van así transformando sus contornos y geometrizándose poco a poco; entre esa figuración a que nos hemos referido y el total cambio en el trazo por las líneas y perímetros geométricos, existen importantes composiciones abstraídas totalmente de la figuración: pinturas como "Crucifixión", "Liturgia andina", han logrado un equilibrio entre los distintos colores perfecto, y de gran armonía. Ha sido el paso obligado y necesario para la obra actual. Aquellas figuras han ido ganando líneas rectas entre uno y otro rostro, ojos romboides o elípticos, narices triangulares que abre paso a seres cuyos cuerpos son representados por paralelepípedos y cubos y las cabezas y miembros en forma de cascos esféricos, dentro de atmósferas de vivo colorido y que a pesar de esa vivacidad hacen resaltar nítidamente la rigidez y la austeridad de las líneas verticales y horizontales que conforman los distintos planos: pisos a varios niveles, escalas, paredes, y pasillos estrechos así lo denotan.






         Se ha introducido así en la obra de Orlando Arias, una conceptualización importante, ya que esa es la dirección de su obra en esta época. Una búsqueda incesante ha dado como resultado la obra actual, con amplias perspectivas de evolución en diferentes sentidos. No puede decirse que será la definitiva intervención de Arias en la pintura, ya que su itinerario nos ha mostrado que no se detiene en la exploración tanto de los motivos de esa pintura, como en los medios para lograr su cometido estético.  







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