Comentario escrito por: MARÍA VICTORIA RESTREPO
Medellín Colombia 2007
Orlando
Arias Morales, pintor boliviano, radicado en nuestro país desde hace ya varios
años, es un artista que sorprende: la temática que desarrolla en su obra y la
técnica con la cual la ejecuta, así nos lo indican.
¿Porqué la
temática? Recorriendo su trabajo, elaborado a lo largo de veinte años,
observamos diversos temas en cada una de las épocas, aunque en él esos períodos
no estén rígidamente cerrados, sino más bien íntimamente relacionados; sin
embargo, mirada su obra en retrospectiva, es posible seguirle un hilo que une
unos trabajos con otros. En cada obra se detallan un cuidado, un esmero en el
manejo, que pareciera que allí se fuera a quedar trabajando. Y, a continuación,
nos encontramos con una obra diferente que algo ha ganado con relación a la
anterior, pero sin desmerecer ésta.
Una época,
para empezar hablando de aquella en que la obra está caracterizada por un
realismo pegado a la figura humana, como cuando nos pinta unos desnudos
esplendorosos y coloridos en los que la pureza de los contornos de la figura,
la naturalidad de la expresión, la limpieza del color y la textura de la piel,
nos indican que aquí en esta fase de su desarrollo va ha detenerse y que ésta
será definitivamente su expresión más acabada.
Pero no. Seguimos
y más adelante encontramos rostros indígenas, llevados al lienzo con unas
expresiones dulces, delicadas, plenamente humanas y sin embargo despegadas del
realismo anteriormente ejecutado. La expresión de esa caras da a la pintura un
aire de una poética delicadeza conmoviendo la sensibilidad del observador.
Y en estas
tres expresiones ha recorrido el ejercicio del óleo, magnífico, limpio, ha
pasado por el acrílico, superpuesto e irregular y que le permite dar un realce
expresivo en los rostros; o la acuarela echada sin temor, respetando y
utilizando la transparencia que da la aguada, pero sin intimidarse por el
colorido fuerte, ejercicio escaso entre nuestros acuarelistas.
Esta mirada
es la que nos acerca a la sorpresa de la cual hablamos al principio: temáticas
diversas; atmósferas sin comparación unas con otras, pero además una
utilización de los materiales y de las técnicas en forma muy propia y hablo de
forma propia no sólo entendida como distintiva de su toque personal, sino en el
sentido de quien asume el oficio con el pleno dominio y con la convicción de
que las técnicas y sus medios le pertenecen por completo.
Hemos
hablado así de un buen dibujante, pero también de un compositor de atmósferas,
de un experto colorista, la imagen de la obra de este hombre silenciosamente
expresivo es la de un trabajador infatigable en una búsqueda que le ha copado
todo el tiempo y ha dispuesto no sólo de su habilidad, sino de su pensamiento,
de su creatividad y de su imaginación.
Y es cuando
de pronto, subvierte por completo no sólo las formas, sino las técnicas
clásicas empleadas hasta entonces y así se entiende el camino recorrido desde
sus inicios por este explorador y se hace claridad sobre la meta perseguida: la
expresión, "su expresión". Nos sorprende con ese paso osado, audaz en
su trabajo; con figuras expresionistas abordadas con la composición
superpuesta, busca dejar a un lado la perspectiva tradicional, no trabajar con
la profundidad de campo lograda con luces y sombras y menos quiere ver con el
punto de fuga. Nos asombra con estos "seres afeados", pinturas donde
el color juega a plenitud un papel netamente visual; colorido y transparencia
del óleo, en figuras que se han presentado o unido definitiva o incidentalmente
en extrañas poses y movimientos. Gamas muy amplias en el color, desde los
blancos, pasando por la opacidad del gris, hasta los oscuros profundos;
combinaciones atípicas de colores, mostaza con morado y trazos escuetos.
Y en estas
obras va ya insinuando su obra actual; en la pintura denominada "El niño y
la rosa" en su extremo inferior derecho, tímidamente se incrusta la
composición geométrica de un cuerpo, de trazo similar a su obra actual.
El trabajo
sobre la figura humana, su distorsión, lo ha desarrollado con amplitud.
Observando la obra "Conflictos eternos", donde el colorido ha logrado
una excelente degradación y transparencia, implantando la luz con el pleno
conocimiento del papel que le asigna este aventurero de las figuras, vemos cómo
toda su temática y su técnica van derivando paso a paso, primero hacia la
abstracción y más recientemente hacia la geometrización.
Y antes –o
será después- incursiona en pinturas que nos recrean texturas de la naturaleza,
sin más intención que rescatar el valor visual de estos elementos: hojas secas,
tallos gamas naturales. Y para ahondar en contrastes, asocia estos elementos a
ciertas expresiones del artificio, como lo son por ejemplo las hojas de papel,
blancas o recubiertas de algún dibujo. Las gamas de cada color son logradas en
composiciones muy equilibradas y de una gran fuerza cromática. Las acuarelas
llamadas "Tiwanaku" y "Aromas olvidados" son esplendorosas
composiciones de este tipo.
Pero,
retomemos en el desarrollo de sus obras que es el producto de la exploración
que ha llevado a cabo Arias y además son el antecedente necesario de la obra
actual: las formas desdibujadas, desvertebrada y desarticulada la composición
grupal hasta entonces utilizada. Surgen varios enfoques sobre un mismo plano,
dando como resultado unos rostros bifrontes. El manejo disparejo del óleo, a
veces como si una pátina metálica los recubriera; pequeños grumos despigmentados
en el centro, dan una textura diferente y representan una novedosa
experimentación sobre el color.
Esas figuras
van así transformando sus contornos y geometrizándose poco a poco; entre esa
figuración a que nos hemos referido y el total cambio en el trazo por las
líneas y perímetros geométricos, existen importantes composiciones abstraídas
totalmente de la figuración: pinturas como "Crucifixión",
"Liturgia andina", han logrado un equilibrio entre los distintos
colores perfecto, y de gran armonía. Ha sido el paso obligado y necesario para
la obra actual. Aquellas figuras han ido ganando líneas rectas entre uno y otro
rostro, ojos romboides o elípticos, narices triangulares que abre paso a seres
cuyos cuerpos son representados por paralelepípedos y cubos y las cabezas y
miembros en forma de cascos esféricos, dentro de atmósferas de vivo colorido y
que a pesar de esa vivacidad hacen resaltar nítidamente la rigidez y la
austeridad de las líneas verticales y horizontales que conforman los distintos
planos: pisos a varios niveles, escalas, paredes, y pasillos estrechos así lo
denotan.
Se ha
introducido así en la obra de Orlando Arias, una conceptualización importante,
ya que esa es la dirección de su obra en esta época. Una búsqueda incesante ha
dado como resultado la obra actual, con amplias perspectivas de evolución en
diferentes sentidos. No puede decirse que será la definitiva intervención de
Arias en la pintura, ya que su itinerario nos ha mostrado que no se detiene en
la exploración tanto de los motivos de esa pintura, como en los medios para
lograr su cometido estético.
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