Por Jorge Ernesto Ibáñez Vergara
Poeta, Promotor y Crítico de Arte
Madrid, España 2008
Por su variedad y versatilidad, no es tarea
fácil comentar la obra del maestro Orlando Arias, trabajador incansable, este
boliviano universal que ha explorado todos los campos de la plástica, ha
recorrido medio mundo llevando su obra y su mensaje, dejando su huella personal
para beneplácito y deleite de los amantes del arte.
Aunque inicia su quehacer pictórico siendo su
forma de expresión el realismo, pronto incursionará en el expresionismo, para
más tarde encaminarse por los senderos del abstracto, teniendo como referente
su particular mundo del color.
A diferencia de otros pintores, emplea una
gama mucho más amplia de colores, no entiende la restricción cromática para sus
telas, en ellas coexisten colores cálidos y frescos en un viaje vertiginoso de
contrastes, que le imprimen carácter a la composición huyendo de cualquier tipo
de anquilosamiento.
La síntesis lograda en sus lienzos, ofrece a la par, la fuerza de su solvencia
plástica y la seducción que la armonía y la lírica producen en la forma, la
línea y el color exquisitamente integrados.
Desde la figuración indigenista de sus
primeros años, irá acercándose a la síntesis expresionista y abstracta de su
producción posterior, incorporando identidad, rasgos propios, como las sombras
verdes de las manos o de la anatomía de algunas de sus obras, como la
maternidad andina, que recuerdan al fauvismo, sobre todo a su líder MATISSE o
AUGUST MACKE. Sin embargo, el maestro boliviano personaliza este detalle
mediante el tratamiento de la luz, con un tratamiento efectivo en el modelado
de las formas.
El ritmo de la belleza de sus obras, está
marcado por la cadencia visual de su trazo, en la sugestión de la vibración de
las luces en consonancia con el color de grandes contrastes, pero que generan
una armonía visual que subyuga.
En la serie de sus obras, "Miradas a la
vida", el maestro Arias, ve un universo más allá de la mirada, ve en lo
humano encarnar facetas de la vida y la actitud frente a ella.
El lirismo de los colores en sus telas,
convierten a su pintura en una poesía de atmósferas e imágenes, abstractas o
figurativas según sea el caso; las imágenes flotan en el espacio, fluyen de su
universo, dando la sensación de un éxtasis de color y armonía, donde llega
incluso a la renuncia del volumen en pro de la plástica y la imaginación; un
éxtasis de color que es origen y desencadenante de su iconografía tan genuina y
personal.
El maestro boliviano es un iluminado del
color, su percepción es tan amplia como aguda su sensibilidad para conjugar
unas veces el color y la forma, y otras el color y la nada, para encontrarle
sentido a la creación.
El equilibrio compositivo de sus obras,
refleja en el lienzo la riqueza de su mundo interior, sus pinturas están asentadas
en juegos de claridad y oscuridad, que nos ofrecen las luces y sombras de los
colores que lo protagonizan.
Los colores para este artista determinan
campos y áreas irregulares, unas veces geométricas y otras totalmente
espontáneas a la vez que orgánicas, que separan una gama de otra; donde el
color libre de la línea y de la forma, expresa las sensaciones de su fuerza
interior, dejando que el color inspire a la forma.
Sus tonalidades, a pesar de la primera
impresión que produce el conjunto, no son puras en ningún caso, son el producto
de sucesivas capas jugando con colores cálidos y frescos, llevando al máximo el
riesgo cromático en la composición y ejecución.
Sus pinceladas están aplicadas mediante
trazos espesos y generosos, que suelen ser visibles en los distintos colores
que forman el efecto final, ya sea en composiciones figurativas o en atractivas
creaciones plásticas no figurativas.
El grado de madurez que ha alcanzado este
pintor en la plástica abstracta, se extiende además en sus otras facetas, como
el expresionismo, surrealismo, etc.; y sigue además depurando su vertiente
figurativa, incorporando elementos iconográficos indigenistas, y también
creando un estilo propio que él denomina “La Robótica”.
Hablar con el maestro Orlando Arias, es como
hablar con un ser encantado y seducido por el duende de la belleza, como si en
ese instante fuera tocado por la varita mágica, donde su alma se expresa a
través de la creación pictórica, y es ahí, en la línea del pensamiento donde se
genera la belleza, donde el arte del color domina el alma humana, donde su
creación es arte, es belleza, tanto como los sonidos del color..
En su creación investiga todos los campos
posibles de la plástica, explorando nuevos caminos que le lleven al punto donde
la creación se hace arte, no se conforma con pintar por pintar, quiere llegar
en cada una de sus obras a donde la belleza se manifiesta. En este afán, no ha
descuidado el arte figurativo en sus exploraciones abstractas, sintetiza y
complementa lo aprendido en ambos caminos estéticos.
Entre sus obras podemos apreciar cuadros que
se encuentran en un punto medio entre lo figurativo y lo abstracto, con
detalles que resaltan cada tendencia. En otras obras, se sitúa en el área
fronteriza con el expresionismo, conjugando figuración y abstracción, teniendo
como vehículo el color.
Sus obras expresan sensaciones, dicen algo,
que es como entiende el pintor la relación con los diferentes elementos que
utiliza para dar forma a la composición; en el mismo sentido, su concepción
sobre el color, utiliza colores fuertes y suaves en una aplicación arriesgada,
donde predomina en algunos casos lo pictórico sobre lo lineal.
Terminaré diciendo que Arias Morales, es un
artista genial, auténtico, que nos deleita con una pincelada eficaz y
expresiva, creando una pintura vitalista, donde la potencia de la mancha
cromática, sugiere más que representa, donde la profundidad conceptual adquiere
un lugar preponderante, gracias a la energía visual que desbordan sus obras y
que invitan al espectador a descubrir y crear en su mente, la fantasía que la
composición le pueda regalar.
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